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miércoles, 23 de octubre de 2013

Un gancho de esperanza en el ring imaginario




 Chocan los guantes. Comienza la pelea. Los jóvenes intercambian golpes. El entrenador da las indicaciones. Uno siente el impacto y el otro intenta responder. Así pasan los minutos. Todo sucede en un cuadrilátero de boxeo imaginario, en el salón del Centro Vecinal del barrio Industrial. En ese lugar, de lunes a viernes entrenan los jóvenes boxeadores.
Allí, funciona la Escuela de Boxeo que conduce Daniel Ruiz. Un hombre que sólo piensa en sacar a los chicos de “la calle” para “darles una oportunidad en su vida” y evitar que sean dóciles al alcohol o las malas compañías porque cree que “nadie se ocupa de ellos (los jóvenes)”.
En el mes de junio comenzó a escribir la historia de la primera escuela de boxeo del distrito de Alto Comedero, merced a la cesión del espacio físico por parte del Centro Vecinal. Él reconoce las dificultades que se le pueden presentar por la “disciplina” de cada joven o niño, pero destaca que siempre uno debe rescatar el factor positivo de cada persona. Les explica que para salir boxeadores deben cumplir con el proceso, nadie lo podrá hacer con una simple semana de entrenamiento.

A partir de las 18 horas comienzan a entrenar hasta las 22. Niños de 6 años hasta jóvenes de casi 30 concurren al gimnasio. Las madres llevan a los más pequeños porque prefieren que estén practicando un deporte, antes de que pierdan el tiempo en un cyber o en los videos juegos. Ruiz sostiene que en esos lugares comienza la “mala junta” (malas compañías).  Aclara que no hay límite de edad. También está abierto para las mujeres que pretenden mantenerse en forma. Por el momento concurren dos señoritas.
Antes de llegar a Alto Comedero, Ruiz inició su tarea de entrenador en la localidad de Los Alisos. Allí, aún posee su gimnasio. Hoy le dedica más tiempo a La Nueva Ciudad porque entiende que “los chicos necesitan más atención y por el mayor movimiento de gente”.

El gimnasio se sostiene a pulmón, con el aporte voluntario de los jóvenes. “El que pueda pagar que lo haga porque es para comprar elementos porque a mí, nadie me ayuda”, dijo Ruiz sobre la necesidad de contar con un apoyo económico. Los pocos elementos que tienen es fruto de la generosidad de algunos comerciantes, como la Farmacia Nueva Terminal y Mueblería El Paragua. Ruiz pide ayuda porque necesita de equipamiento porque cada día se suman más chicos. Hoy asisten más de veinte jóvenes, algunos de ellos con la idea de ingresar al terreno profesional.
Ruiz en su vida laboral se dedica a vender “desayunos” en algunas oficinas y comercios del centro de la ciudad. Distribuye durante la mañana y durante el horario habitual de la siesta (para algunos), prepara los bollitos y los panes. Es un trabajador independiente que debe andar la calle para ganar su sueldo. No vive del boxeo. Es conocido como “Perassi” en el ambiente boxístico. Estuvo a punto de ingresar al profesionalismo, pero no pudo superar la evaluación médica de la Federación de Box. 

La práctica y entrenamiento de 17 años en el gimnasio de Daniel Miranda no fue suficiente. Había comenzado a los doce años, con el sueño de ser profesional. Hoy su vida está abocada a sacar los “chicos de la calle” porque su experiencia de vida fue un sello. “Siempre busqué ayuda y me cerraron las puertas, hoy quiero abrir las puertas a los que necesitan”, dijo el hombre que está convencido que los jóvenes necesitan de un acompañamiento para salir de los problemas de la vida.

Daniel Ruiz sueña con conseguir un psicólogo para que los muchachos reciban una orientación profesional y se integren más al deporte. Sabe que sólo no podrá, por eso pide ayuda.